PRESENTACIÓN,
en el Centro –Sociocultural de La Carriona, desde: 5—3— 03
COMPARTIENDO LECTURAS:
Textos, relatos, poesía. Recuerdos vividos pero no olvidados. En este apartado se puede condensar cualquier idea que se os ocurra y que, por sencilla que sea, cobrará vida si la trasladamos al papel.
Como se puede ver, tenemos un Centro Socio-cultural estupendo, un gran salón para actos oficiales, que a la vez sirve para actividades varias. Salón para leer la prensa y distintos espacios como en el que estamos en este momento, en el que desde hace tiempo se vienen haciendo actividades varias, posiblemente y si lo intentamos, se puedan hacer algunas más. Como el próximo comienzo del Taller de Memoria, el proyecto de impartir clases de Informática que estoy segura tendrá una gran acogida.
¿Por qué hablo de actividades que nada tienen que ver con mi idea de: COMPARTIR…? Es muy sencillo.
Hace poco leí en la prensa una entrevista al Escritor y cuenta-cuentos —y trabajador en lo que salga—Rogelio Crespo. Como buen lector suele ser el encargado de leer los relatos finalistas del Hórreo del Carbayedo... — y hasta aquí puedo contar.
Lo traigo a cuento porque en la entrevista, Rogelio habla de las mil y una dificultades a la hora de publicar un libro. Y dice:
“No es lo mismo nacer y crecer en Trasona que en Salinas, y eso, a la hora de escribir o de actuar, influye”.
Pues claro. No es lo mismo decir que vives en Salinas, Avilés, Oviedo que vivir en La Carriona. Pues yo me niego. Cada uno tiene que ser dueño de sí mismo, de lo que haga con su vida y de vivir donde le plazca o pueda. Yo nací en el Occidente de Asturias, llevo media vida viviendo aquí, y tan agusto. Hasta ahí podíamos llegar.
Dicho esto vuelvo a lo que me trajo aquí.
Cuando Fran me pidió que escribiera algo para la Revista de Fiestas, mi respuesta fue: “Lo que quieras”. Pero el Presidende de la Asociación de Vecinos, añadió: “Quiero que escribas el Pregón de Fiestas”. ¡Ufff!!! No. Una cosa es que me guste escribir y otra bien distinta laborar un Pregón. Esta semana leí en la prensa que el encargado de escribir este año el Pregón de Fiestas del Bollo de Avilés va a cargo del Escritor, Profesor y mil cosas más, José Luis García Martín. Y dice:
“Que le encarguen a uno hacer de Pregonero es el mayor orgullo que uno pueda sentir”. Mira por dónde y yo sin enterarme. Claro que ni las Fiestas del Bollo son las Fiestas de la Carriona, ni yo soy José Luis García Martín. Habíamos quedado en que cada palo aguante su vela. Gracias, Fran, por confiar en mí.
Diréis que vuelta la burra al trigo, me he perdido y aún no he dicho lo que hago aquí, haciéndoos “perder” una hora.
Más de una vez me han pedido o insinuado: “¿Y Tú, por qué no haces algo?”. Vale, hago algo pero, no termina de agradarme lo de ir en primera persona. Hago, yo, yo… suena fatal, ¿a que sí? ¿No os gustaría más eso de: “hacemos algo”? Eso es, “compartir” lo que os apetezca siempre que esté en mi mano echar una manina, que yo soy una aficionada a eso de jugar con el boli y el papel. Últimamente teclear rinde un poco más, pero tiempo al tiempo. A todo se llega.
Me gustaría destacar la importancia de tener entre nuestras manos una hojita de papel. Un lápiz, un boli. Podemos jugar a escribir lo que se nos ocurra, o, lo más complicado —y eso tengo que reconocerlo— lo que se les ocurra a otras personas que nos dan mil vueltas con su preparación y cultura.
La mayoría de los que estáis aquí sabe que siempre me ha gustado inventar historias. Un relato, un poema, incluso alguna novelita. Hablo de “inventar”, dar vida a un texto de la nada. Bien distinto es entrevistar a una persona, llegar a casa y escribir el reportaje, o artículos sobre hechos reales o que verdaderamente sientas y te motive escribir sobre ellos.
Voy a detenerme un poco en eso de: “Inventar” y, sobre todo, lo que te proponga otra persona. Profesor/ra, por ejemplo:
A partir de una idea “suya”, y digo “suya” “nosotros” tengamos que “inventar” una historia.
Estaréis de acuerdo en que cuando se trabaja, llevar una casa, la familia… poco tiempo queda para invenciones…
En mi caso, cuando me jubilé, los niños ya no eran tan niños y habían volado… queda un poquito más de tiempo para leer y emborronar papeles.
Un buen día repasando la prensa, leí que en la Biblioteca de Navia impartían un curso de “Creación Literaria”. Curiosa de nacimiento, me pregunté: ¿Y eso qué es? Si no pruebo, me quedo en Babia. De momento, eran dos horas cada quince días, dos meses, poquita cosa.
Puedo ir en el Alsa o me lleva Fernando, que jamás puso ningún pero para llevarme aunque fuera hasta el fin del mundo… Bueno, la vecina Navia no quedaba tan lejos, y allá fui.
Éramos pocos los curiosos que nos habíamos animado y, desde Avilés, sólo yo.
El Profesor, Pedro Gilthoniel, con el pelo largo y atado con una goma, vestido muy sencillo, con cara de no tener mucho para comer, comentó cosas y, al final propuso que escribiéramos un texto que comenzaba:
“Y en la tormenta pálida, cazaban cada noche para poder subsistir”. Toma ya. La historia tenía que hablar de oscuridad, sombras, silencio, tormenta, noche, luz…
Ese día vine en el Alsa haciendo cábalas. Vaya morro, cuatro palabras y entiéndetelas como puedas.
No quiero cansaros. Eso fue el comienzo de un sin fin de historias que, aunque parezca imposible, a través de una idea, una propuesta, no quedaba otra que escarbar en el meollo y llevarla a cabo. Os aseguro que el ejercicio es super-saludable.
En Navia se terminó en un voleo, pero, Pedro me invitó a seguir en Luarca cuando quisiera. Si no iba, me daba un toque de teléfono:
—Estamos leyendo LOS GIRASOLES CIEGOS, de Alberto Méndez, mira a ver si lo consigues, luego nos reunimos en la biblioteca tal, compartimos “merienda de traje” y comentamos el libro.
Menuda historia la novela de Alberto Méndez, precioso libro pero, ¿qué es “merienda de traje…”?
“Cada uno trae lo que quiera, comentamos el libro y compartimos merienda”.
Estupendo. Lo de “de traje” suena bien, a que sí.
O, —“estamos leyendo LA LLUVIA AMARILA, de Julio Llamazares. Como Julio viene a firmar su libro a la Librería Cervantes de Oviedo, hemos pensado escribir lo que queráis en unas hojas de color para hacerle a Julio un regalo. Tú puedes ir desde Avilés que te queda cerquita”.
— Vale.
—“Tienes que escribir sobre la hoja blanca, es la única que queda”…
— ¿La hoja blanca…?
—Sí, luego las encuadernamos y… la leche —digo—. La hoja blanca, la que nadie quiso…
Luego Julio canceló la historia porque estaba pachucho, y ahí se quedaron las hojitas.
No sería justa si no dijera que el Profesor Pedro Gilthoniel jamás me dejó de lado. Siempre estuvo ahí, y en la actualidad sigue estando. Pedro, super-inteligente y con un pedazo de humanidad que no le cabe en el pecho.
Dicho lo dicho, continúo:
Entre todo lo encomendado, una de las cosas que más me costó escribir, y que la idea no fue del Profesor, sino de un señor muy mayor que dijo:
“Cuando voy paseando por el monte, entre tanto silencio parece que escucho ruidos”.
Toma ya, ¿para qué quiere Pedro más?
—“Voy a proponer que escriban sobre: EL RUIDO DEL SILENCIO”.
Casi nada. Cuando la gente se enteró de quién fue la idea, por poco lo matan. ¿Qué se puede escribir sobre “el ruido del silencio…?”
Y a indagar, preguntar. Tecleaba el nombre buscando respuestas en “sabelotodo”. Ya sabéis, Internet. Nada. Lo peor es que, para mi desazón, desde el primer momento lo tuve clarísimo. Llegó el día y lo tenía a medias. Terminar esta hojita me levantó un dolor de cabeza que tuve que dejar el teclado. Sentir…sí, SENTIR los ojos de mi hermano José Luis mirándome; le corrían las lágrimas y no podía expresarse. Todos sabéis de lo que estoy hablando.
En otra charla y en otra parte, hubo propuestas menos emotivas pero… complicadillas.
Despistada y rodeada de juventud, la única vieya era yo, me dicen a la oreja:
—Y tú, Luisa, ¿sobre qué vas a escribir? Sólo queda la historia de un chico jovencito en su día de estreno…
—Pues vaya encomienda —digo—. ¿Qué se yo de chicos y de estrenos…?
Y, claro, no me quedó otra que escribir: LA ENCOMIENDA.
Os pido disculpas porque si no corto estaría hasta mañana. Sólo añadir que en el papel en blanco cabe todo lo que queramos poner. Bien, regular, mal, no importa. Prometo que, aunque sea la cosa más peregrina, será bienvenida. Que yo sepa, aquí nadie va a ejercer de maestro y, mucho menos, de juez. Os sugiero comenzar por poner título a la historia que queráis escribir. Poema, relato, recuerdos vividos pero no olvidados. Comentar un artículo de prensa que os haya impactado, gustado, o… ca-bre-a-do.
¿Qué pensáis de las imágenes que salen a diario de los desahucios? ¿Millones de personas sin trabajo y, a renglón seguido, se quedan a la intemperie sin su chabola? ¿Os motiva dejar constancia, en una hoja en blanco, vuestra opinión sobre este desaguisado? ¿Sentirse en la calle con tus hijos y, no pocas veces a cargo de personas mayores que, a su vez, han perdido su casa por avalar a sus hijos? ¿Tenéis algo que opinar sobre los sueldazos y sobre-sueldazos de los que se habla a diario? ¿Se “debe rescatar” a los bancos y banqueros, y no a los ciudadanos que están abocados a perder su casa? ¿Y el robo a saco lleno de nuestro dinero, os gustaría emborronar un papelín con vuestra opinión?
Es sólo una idea…
En un artículo que salió en el Magazine de esta semana, Ángeles Caso, escribe: “El Congreso de los Diputados aprobó admitir a trámite una iniciativa que pretende convertir en bien de interés cultural las corridas de toros. Esa mañana los diputados habían aceptado, a regañadientes, admitir otra iniciativa sobre desahucios, previa expulsión de la Plataforma de Afectados por la hipoteca”.
Os agradezco que hayáis venido. Dios mediante, el próximo martes estaré aquí. No necesitáis alforjas. Una hojita de papel, una libretina, boli o lápiz…lo que queráis. Un besazo para todas/todos. Estoy segura de que con ganas y un poquito de voluntad, algo bueno saldrá.
Luisa Méndez Fernández