REMEDIOS CONTRA LA CRISIS
DE OBLIGADO CUMPLIMIENTO
Desde lo más profundo de mi corazón, me aguijonean algunas ideas que si no las dejo salir amenazan con darme un puntillazo con remate de estocada.
Ahí van algunas de ellas:
De obligado cumplimiento para todos los políticos que piensan que, una vez que les prestamos nuestro voto ya tienen derecho de acomodo en la poltrona para hacer lo que les de la gana, a mí entender, han de cumplir los siguientes requisitos:
Vivir seis meses en una casa de treinta metros, disfrutar del sueldo base y, de él, pagar su condumio, luz, agua, gas, averías, que haber las hay; además de pagar los impuestos que les corresponda, con los que hay que cumplir como buen ciudadano.
Superada esa minucia, ¡hala! Un contrato de prueba como el que las empresas requieren a los obreros, en el que demuestren su valía. Si son buenos gobernantes, a gobernar para todos; si en el tiempo estipulado no dan pié con bola, y más que gobernar desgobiernan, al paro sin liquidación.
Si por un “casual” al ex le sale un contrato en una empresa de esas que pagan con generosidad pringues dividendos a “altos” ejecutivos, ex presidentes; ¡quieto parado! Incompatibilidad de sueldazos.
Prohibido toda esa riestra de millones que los “altos” directores de bancos, “altos” consejeros de empresas se reparten dejando al personal y a los ciudadanos con tres cuartos de narices y sin la posibilidad de conseguir un crédito para salvar su casa. Los banqueros se quedan con las casas de los pobres que pierden su trabajo, y no son a pagar la hipoteca. No contentos con el piso, el parado se queda sin casa, con el culo en la calle y con la obligación de seguir cebando al banco. Ese robo a sacos llenos tiene que estar prohibido por ley.
Qué decir de las empresas que no se ven llenas y se marchan a ofertar trabajo a los pobres de los países pobres. Ya saben; los que trabajan jornadas de matacaballo doce, catorce o dieciséis horas sin atreverse a levantar la yugular. A dichas empresas no les duele prenda dejar tirados a los trabajadores de aquí. Arguyen que están hartos de nosotros, que hay millones y millones de hambrientos dispuestos a doblar el espinazo por un plato de arroz y una corteza de pan.
Luego quedan las tribus de acaparadores que no se conforman con el sueldazo que avergüenza hasta a las piedras del camino. Los que roban a saco lleno los cuartos que pagamos entre todos. Para esos, leyes duras y a devolver con los réditos lo que no les pertenece.
Fuera especuladores que les da lo mismo dejar con el culo al aire a una familia como a una nación con tal de llenar su cuenta bancaria. Si ésta amenaza con reventar, no sean ilusos. ¿Para qué están los paraísos fiscales?
Escuchar telediarios y leer la prensa es de infarto. Guerras y más guerras. Hambre y más hambre enquistada en la médula y en los ojos de millones de desarrapados al borde del despeñaperros sin un solo resquicio de amarre al que asirse.
Mientras los gobernantes afanan millones, todos los millones para comprar armas capaces de matar hasta al lucero del alba que ose pestañear.
En torno a mesas engalanadas de copete y tronío, los mandamases, acomodados en un barullo de intermitentes codazos, de dimes y diretes, se enzarzan en vacuas discusiones que no pasan de promesas rezumando estiércol y manos que hieden a muerto.
¡Qué quieren que les diga! Me apetece volver al principio de esta historia.
Recuerden:
De obligado cumplimiento. A lo mejor sólo es el principio pero, el que no de la talla para gobernar, cero prebendas y hacer cola en las puertas del paro.